En la comunicación, intervienen 3 elementos básicos: el emisor (quien envía el mensaje), el receptor (quien lo recibe) y el mensaje (la información). Cuando surgen problemas de comunicación, pueden diversos motivos. Es común que el emisor transmita el mensaje de forma ineficaz, dificultando su comprensión, o que el receptor lo interprete de forma negativa. En ambos casos, identificamos una serie de factores que interfieren en la comunicación, como, por ejemplo: la atención selectiva, atribuciones negativas, ausencia de expectativas, expresiones extremas o juicios de valor.
Si las parejas no consiguen solucionar los problemas, irán acumulando temas sin resolver, generando patrones de acción y reacción que promoverán las dificultades de comunicación presentes. Al final, el motivo del conflicto pasa a un segundo plano y las dificultades se mantienen por la activación de estos patrones de acción y reacción. Algunos de los patrones más comunes son las exigencias de uno de los cónyuges frente a las conductas evitativas del otro, o la crítica de uno de los cónyuges que es respondida con crítica por el otro.
La presencia continuada de estos patrones promueve la presencia de emociones displacenteras como el rencor. El rencor, una vez presente, tiñe cada interacción de la pareja como problemática.
Si los problemas de comunicación no se trabajan, la falta de resolución de conflictos conlleva una gran frustración personal y de la pareja, así como, un gran distanciamiento emocional que puede provocar la ruptura de la relación.
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