La necesidad de afecto y seguridad no es exclusivo de la etapa infantil, sino una constante a lo largo de la vida, a pesar de que las figuras y formas en las que se manifiestan, así como, su nivel de activación varían en forma e intensidad en cada etapa. Hablamos del apego.
Durante la infancia, la principal figura de apego son los padres aunque hay otras figuras que pueden ser relevantes como los hermanos, otros familiares o amigos.
En la adolescencia, se mantiene el mismo sistema que en la infancia aunque los amigos adquieren mayor protagonismo que incluso ciertos familiares.
En la juventud la pareja y los amigos se establecen como figuras de apego significativas aunque, generalmente, se mantiene como principal la figura de los padres.
Durante la edad adulta la pareja establece se convierte en la figura principal de apego.
En la senectud (+66 años) la pareja, si aún vive, junto con los hijos se convierten en las principales figuras de apego.
Teniendo en cuenta las diferentes manifestaciones del apego, podemos distinguir 5 tipos; seguro, alejado, preocupado, temeroso y desorganizado.
En lo que respecta a la edad adulta, se podrían identificar determinadas situaciones que activarían el sistema de apego. El miedo, que moviliza al sujeto a la búsqueda de un refugio emocional, los retos, que moviliza al sujeto a la búsqueda de una base segura y los conflictos relacionales, que moviliza al sujeto a la búsqueda de una proximidad relacional.
Bajo estas circunstancias, apegos como el preocupado, temeroso o desorganizado que no han aprendido a autorregular sus estados emocionales, van a focalizarse en el otro para regular su estado emocional, a pesar de que dicha relación no sea satisfactoria. La idea de ruptura supone la emergencia de toda clase de ideas irracionales como “no sirvo”, “no me volveré a enamorar” etc por lo que se establece una relación de cierta sumisión frente al otro para evitar el abandono.
Si la dependencia emocional no se trabaja, puede conducir a patrones de comportamiento perjudiciales, como la sumisión o el control con las figuras significativas. En parejas, la presencia de dependencia puede aumentar el riesgo de violencia. En aquellos casos donde no hay pareja, la dependencia puede dificultar la gestión y resolución del duelo, prolongándose la situación de malestar en el tiempo.
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