La eyaculación precoz puede deberse a causas orgánicas o psicofisiológicas, requiriendo una evaluación personalizada para identificar la naturaleza específica de cada caso. A pesar de la variedad de factores causales, hay procesos comunes, como la experiencia de eyacular antes de los deseado.
A partir de esta vivencia se desencadenan las dudas sobre el rendimiento sexual, acompañadas de pensamientos como “¿qué hago si me vuelve a pasar?”, “¿qué hago si no puedo satisfacer a mi pareja en el entorno sexual?” o “esta vez lo conseguiré”. La experiencia sexual, que inicialmente era placentera, se transforma en un gran disparador de estrés, ansiedad y frustración personal.
En el tratamiento de la eyaculación precoz la pareja juega un papel muy importante ya que puede malinterpretar la situación y reaccionar de forma inapropiada. Generando mayor presión y tensión sin darse cuenta. Conscientes de las implicaciones, muchas personas con eyaculación precoz desarrollan toda clase de estrategias para evitar la actividad sexual y el malestar consecuente.
Si la eyaculación precoz no se trabaja, cada intento fallido de mantener relaciones sexuales satisfactorias, puede aumentar el impacto en la autoestima personal y en la complicidad de la relación. Complicando cada vez más su intervención. Si este circulo persiste, puede provocar la ruptura de la relación y graves consecuencias en la autoestima y el autoconcepto de la persona.
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