El deseo sexual es el resultado de la interacción de factores como la activación neurofisiológica, la disposición cognitivo-emocional y la presencia de estímulos sexuales eficaces. Por ello, cuando se produce una falta de deseo sexual, es señal de una alteración en algunos de los factores implicados.
Algunas condiciones médicas pueden afectar la activación neurofisiológica, como, por ejemplo: trastornos endocrinos, hipotiroidismo, epilepsia, el periodo postparto y tratamientos farmacológicos.
La disposición emocional y cognitiva puede verse alterada cuando la percepción e interpretación que realiza la persona de los estímulos no promueven la excitabilidad sexual ni el deseo sexual. Algunas de las condiciones psicológicas que pueden influir en ello son, como por ejemplo: experiencias traumáticas relacionadas con la sexualidad, un estado anímico depresivo, ansiedad, educación sexual restrictiva y duelo.
Los estímulos inductores del deseo pueden ser ineficaces si no promueven una disposición cognitivo-emocional positiva o una excitabilidad sexual. Factores como la no adecuación del momento o entorno, y el tipo de estimulación, pueden influir en esta dinámica.
La falta de deseo a menudo promueve la asociación de sexualidad con emociones disruptivas como insatisfacción, frustración y enfado. Con el tiempo, la persona tiende a evitar todo tipo de situaciones que puedan desencadenar un encuentro sexual, perdiendo la motivación para la misma.
La dinámica de pareja es fundamental en el mantenimiento del bajo deseo sexual y su recuperación. La iniciativa sexual de la pareja serán percibidas por la persona que tiene la dificultad sexual como presión dando lugar a conductas de evitación, o como obligación dando como resultado encuentros sexuales por miedo a las repercusiones negativas en la relación. Además, la pareja reclamará mayor iniciativa sexual y cansancio por ser quien lleva la iniciativa.
Si la falta de deseo no se trata, cada intento fallido de mantener relaciones sexuales por parte de la pareja, puede aumentar la frustración personal y de la pareja, así como, el distanciamiento emocional de la relación. Llegando incluso a la ruptura de la relación.
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